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La casa en el aire, de Agustín Hernández

Desde su terminación en 1991, esta casa representa uno de los hitos de la arquitectura mexicana de finales del siglo XX. Su creador es uno de los más destacados arquitectos mexicanos. El dinamismo y uso de la geometría, la hacen una vivienda de referencia obligada.

Uno de los mayores retos que puede enfrentar un arquitecto durante su carrera y cuyo resultado siempre resulta interesante ver es el diseño de su propia casa.

Principalmente porque en estas obras el arquitecto puede resolver con total libertad el espacio habitable, manifestando sus gustos personales y, por supuesto, hacer gala de sus habilidades arquitectónicas.

Este es el caso de la Casa en el aire, del arquitecto mexicano Agustín Hernández (1924), en la que volcó toda su creatividad y aplicó muchos de los conceptos que dieron origen a sus más notables obras.

La calidad estética de los edificios que ha proyectado es evidente pero, indudablemente, la Casa en el aire es la que mejor refleja su voluntad formal.

Resulta interesante saber que, en un principio, Hernández Navarro deseaba convertirse en ingeniero eléctrico o mecánico, pero su madre lo obligó a estudiar arquitectura.

Sin ser un arquitecto nacionalista, el arquitecto encontró sus modelos en la historia mexicana y la arqueología. En sus proyectos dicha influencia es indiscutible, como en el Heroico Colegio Militar (1976), similar a la composición de para asemejarse a los Monte Albán y Teotihuacán.

El estudio de las estructuras prehispánicas ha sido una de las mayores preocupaciones de Agustín Hernández, quien en gran parte de su obra ha retomado muchos de los elementos formales de la arquitectura mesoamericana.

Uno de los mayores aciertos en su trabajo es que no repite las formas del pasado, sino las reinterpreta para aplicarlas en el contexto de la arquitectura contemporánea.

Este hecho hace de su arquitectura estructuras innovadoras y de notoria calidad, que nada tienen que ver con el estilo “mexican curious” en el que cayeron muchos de los arquitectos y artistas de la primera mitad del siglo XX, quienes de manera superficial intentaron retomar la estética de la arquitectura mesoamericana.

En la Casa en el aire esta concepción continua pero va más allá: cada uno de los elementos geométricos que lo conforman responden a conceptos que engloban tres aspectos principales: la originalidad de las formas y su valor expresivo, la solución interior, y la reinterpretación de la arquitectura precolombina.

La propuesta formal de la Casa en el aire es una de las más interesantes y arriesgadas, no sólo en relación a la propia obra de Hernández, sino a lo largo de la historia de la arquitectura mexicana del siglo XX.

Para muchos esta obra es portadora de una estética que parece extraída de una novela de ciencia ficción, a lo que el arquitecto ha respondido:

“Yo más bien diría que la casa esta dentro de la arquitectura de nuestro siglo, dentro de la corriente optimista. Para mi la idea de una casa es un concepto abstracto de espacios interrelacionados para poder vivir en ellos; una estructura de necesidades donde imperen el bienestar y la comodidad del ser humano en su propio microcosmos, dentro de su habitable universo”.

Hernández es conocido por usar las figuras geométricas clásicas como el cuadrado y el círculo, n presentes en su vivienda, y en otros proyectos como el Conjunto Calakmul.
Por otro lado, sin que sea necesario ajustar las ideas de Hernández a un movimiento específico, la casa fluctúa entre el brutalismo clásico y el high tech. El arquitecto mexicano juega, como pocos, con estilos en apariencia contrarios, para dar forma a sus ideas.

La estructura de la casa actúa como un todo. Su imponente presencia fue el elemento más importante para obtener la forma tanto al exterior como al interior de la casa.

El material utilizado fue concreto armado y una amplia estructura de acero, que al exterior fue forrado de acero inoxidable y en el interior recubierto con madera.

Hernández Navarro no tiene material preferido para sus edificios, pues lo mismo ha trabajado con adobe, acero, concreto y aluminio.

El acceso a la casa se hace desde un pasillo de treinta metros de largo, conformado por vidrios y recubierto en su totalidad por domos. Esta solución permite el contraste entre luces y sombras para lograr la refracción de la luz dentro del espacio, en el que el color predominante es el violeta.

El soporte de la casa está conformado por lo que parecen dos sólidos muros, que en realidad, al interior, son espacios habitables.

Dos vigas de acero soportan la estructura. Uno de los lugares más hermosos de la casa es la cava, espacio que ubicado dentro de uno de esos sólidos muros. A este espacio se accede por una espectacular escalera de caracol que se comunica con la alberca mediante un puente tubular.

Para la solución de los espacios interiores, Agustín Hernández prescindió de los muros, por lo cual la ambientación de las diferentes áreas divide las secciones que se comunican por el pasillo. La decoración del interior es muy sobria y elegante, y los materiales que predominan son madera, concreto, acero y cristal.

Sin lugar a dudas, la Casa en el aire es una de las obras más espectaculares de la arquitectura mexicana, que por su particular estética se aproxima a las complejas soluciones neovanguardistas de los años noventa.

Esto refleja que Agustín Hernández ha sido desde el comienzo de su carrera a la fecha un visionario de la arquitectura contemporánea, a quien su espíritu innovador lo ha llevado a ser uno de los mejores arquitectos latinoamericanos del siglo XX.

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