Esta reforma aprovecha la luz de un piso con chaflán de los años 50, transformándolo en un espacio luminoso y cálido.
La propietaria, Laura Rodríguez, buscaba una casa pequeña, de una sola planta y en el centro de La Laguna. “Con el presupuesto que tenía, la opción más lógica era encontrar un piso antiguo para reformar”, dice. Decidió contar con la arquitecta Julieta Esteban, de la que ya conocía sus trabajos.
Juntas, propietaria y arquitecta dieron con este bonito piso con chaflán en un edificio de los años 70 en pleno centro de la ciudad. “La búsqueda fue difícil porque encontrábamos sitios con encanto, pero muy oscuros o poco confortables. Por fin, descubrimos este que está bien ubicado y tiene muchas ventanas”, cuenta la arquitecta.
En primer lugar, la arquitecta cuenta que el mayor desafío de la reforma ha sido el aislamiento. La Laguna es una ciudad muy fría y húmeda, pero hace 50 años no se construía pensando en ello. “Se ha hecho un trasdosado interior con aislamiento térmico, a modo de segunda piel para la casa, por donde pasan las instalaciones”.
Asimismo, las ventanas de aluminio están enrasadas por fuera, tal y como estaban las originales, con los alféizares hacia adentro: algo muy característico de la arquitectura de la zona. “Además, de esta manera, al hacer las rozas no se debilitaba la fachada y no se creaban nuevos puentes térmicos. El aluminio, de Cortizo, cuenta con rotura de puente térmico; los alféizares están revestidos con corcho. Con este aislamiento no se necesita calefacción en el piso”, dice.
La vivienda original estaba muy compartimentada. “Al abrir la puerta, en el lado derecho de la casa (ver plano a continuación), había tres espacios: un vestíbulo, una habitación y el espacio del chaflán. Todos tenían un tamaño similar y su uso no estaba definido. Eran dormitorios grandes o salones pequeños –cuenta la profesional. De hecho, la casa no se había reformado nunca y, aparentemente, la primera habitación era un vestíbulo; la de su derecha, un pequeño comedor; y la del chaflán, el salón”.
Con la reforma, se derribaron casi todos los tabiques dejando un gran espacio de día que integra la cocina, el comedor y el salón; este último aprovechando el chaflán. Esta es la zona preferida de Laura, la dueña, que reconoce que nunca se hubiera imaginado que fuera posible convertirlo todo en un solo espacio. “En mi imaginación, y pensando en el presupuesto del que disponía, solo cabía hacer cambios manteniendo las estancias tal y como estaban, pero Julieta le ha dado un giro inesperado a mi hogar”, dice.
La cocina, a la derecha de la puerta de entrada, “es abierta y presenta un mueble lacado en blanco. La isla tiene almacenaje por los dos lados y la encimera tiene el mismo ancho que la mesa del comedor (90 cm) para que todo forme un conjunto”, cuenta la arquitecta.
En el centro de la casa, la viga de hormigón es la gran protagonista. La arquitecta explica la razón de mantenerla. “La jácena (viga de carga) era de dimensiones importantes y constituía un elemento que iba a tener que conservarse de todas maneras, por lo que, junto al pilar, seguiría quedando en el medio de la casa. Por eso, decidí que antes de camuflarlo, era mejor desnudarlo. No había por qué ocultarlo. Era una forma de reconciliarse con él”.
La actual habitación de invitados (que la dueña usa como vestidor) el patio, el baño y el cuarto principal no han modificado su tamaño, pero sí su uso. Lo que ahora es el cuarto de invitados/vestidor, antes era la cocina.
El patio, de apenas 9 metros cuadrados, y al que se accedía por una puerta de 70 cm de ancho, solo se usaba para tender. “Hemos quitado la pequeña puerta e instalado una corredera de 2 metros de ancho. Además, hemos colocado un pavimento porcelánico en tonos turquesa. Todo está listo para instalar una pérgola bioclimátic para crear un agradable ambiente para desayunar o comer”, dice la arquitecta. La zona de lavado se ha resuelto también en el patio, con un mueble de encimera de tablero fenólico blanco que protege los electrodomésticos.
En la casa manda el blanco puro y mate de las paredes en combinación con elementos de madera. Es un concepto decorativo que se repite en la cocina (mueble, mesa de comedor y lámpara) y el baño (mueble de lavabo y alicatado), donde también destaca el azul. En cuanto al suelo, se sustituyó el mosaico hidráulico original, sin dibujo, por un laminado de madera de roble aceitado natural, como se puede ver la foto superior del antes (izquierda) y el después.
El baño, que no ha modificado su tamaño, si cuenta con otra distribución. “Se ha cambiado de sitio la puerta para poder cambiar también las piezas de sitio y colocar todos los sanitarios frente a la ventana”. Por otro lado, solo se ha conservado una parte del alicatado; el resto se ha pintado de azul “para no sobrecargar este pequeño espacio. Por esa razón, también hemos elegido una mampara abierta, transparente y sin perfilería”, dice la profesional.
La habitación principal es minimalista y sencilla. “Para el almacenaje apostamos por una cómoda. Por eso, el cuarto de invitados hace también las veces de vestidor”, desvela.
La arquitecta también confiesa que en todos sus proyectos intenta conservar algo de la casa original. “En este caso, tanto en el vestíbulo como en una de las habitaciones había una lámpara de vidrio que se repetía. Las hemos reutilizado y están suspendidas sobre las mesillas de noche del dormitorio. Busqué un cable de tela y mantuve la tulipa de cristal”, dice.
La propietaria cuenta que la reforma ha superado todas sus expectativas. “No puedo estar más encantada y orgullosa de mi hogar; encantada con el trabajo de Julieta, su asesoramiento continuo y su implicación en los detalles. Este proyecto es un sueño hecho realidad”.